- El “motor” de un reloj mecánico suele ser un muelle o resorte que acumula energía. Normalmente es una espiral de acero que se enrolla sobre sí misma, acumulando la energía que hace mover a todo el mecanismo. Al proceso de enrollar el muelle se le llama dar cuerda, algo que en los relojes mecánicos más simples debe hacerse diariamente.
- El resorte transmite su energía a un conjunto de ruedas que distribuyen esa energía acumulada. A los ejes de esas ruedas irán unidas las agujas que permiten consultar la hora en una esfera. Las ruedas giran de manera coordinada, de manera que la rueda de las horas da una vuelta completa cada doce horas, y al hacerlo hace girar la de los minutos una vez cada hora, que a su vez hace girar la de los segundos una vez cada minuto. La perfecta coordinación entre las agujas se consigue mediante el estudio de los radios y la medición de los dientes de cada engranaje.
- El tercer elemento es el oscilador o regulador. Se encuentra en el otro extremo del tren de rodaje, y sirve para contener y dosificar la energía liberada por el “motor”. De no existir el oscilador y el escape que lo une al tren de rodaje, toda la energía acumulada se descargaría sin control. Para evitar eso, es necesario dosificar esa descarga, y de eso se encarga el oscilador, un elemento que funciona de manera alterna (normalmente mediante un giro) y que acciona el escape, que a su vez libera el tren de rodaje para que avance un poco con cada movimiento del oscilador, haciendo girar así las manecillas del reloj hacia adelante con velocidad constante. Ese mecanismo (oscilador y escape) es lo que produce el característico “tic-tac” de todos los relojes mecánicos.